sábado, 23 de mayo de 2009

La cancion del verano

De repente ya no es primavera, parece haber llegado de golpe el verano. Con el buen tiempo la gente se desprende con facilidad de la ropa, observo paseando por la calle, un montón de pies desnudos provistos de escuetas sandalias, síntoma ineludible de que el verano ya está aquí. ¿O será un aperitivo pasajero y habrá que hacer caso al dicho de que hasta el 40 de mayo no te quites el sayo? Las terrazas están repletas de gente dispuesta a saborear una fresca cerveza, un café con hielo o un rico helado. Y eso que hay crisis.
Las altas temperaturas me acompañan hacia mi natural estado de gracia: la inactividad, a permanecer tumbada en el sofá bajo el airecito que desprende mi ventilador de techo. Así como el frío en invierno me invita a estar de la misma manera estirada, sólo que cubierta por una manta... Con lo que la época del año es un pretexto para practicar mi deporte favorito: soffing inerte. Sin embargo, el tiempo pasa, y antes prefería el invierno, lo toleraba mejor. Ahora soy más de verano, aunque tal vez se deba a que tampoco me veo expuesta a sufrir termómetros marcando por encima de los 40º... Cada vez pasamos del verano al invierno con mayor brusquedad, saltándonos la temible, por los bipolares, primavera, y el cándido otoño que a medida que avanza hace los días más cortos sumiéndo a la población en una profunda depresión. Que visto así bienvenido sea el cambio climático, propongo pasarnos seis meses del año hibernando y el otro medio año en pelotas por las playas bailando y fornicando al ritmo de la canción del verano.

Mi apuesta para este año es Superdiscotropical, de Juan Rivas.
Que lo disfruteis ;)

miércoles, 20 de mayo de 2009

La Ley del Parque

17:27h | Dos mujeres con sus respectivos hijos (un niño A y una niña A), llegan a un parque. Ellas toman aasiento en la terraza de un café, no demasiado alejado de la zona de juegos infantiles desde donde pueden observar los movimientos de sus hijos permitiendo cierta sensación de libertad de acción a estos.
17:33h | El niño A se hace con uno de los dos columpios que hay en el parque, la niña A espera junto al otro a que una niña B, uno poco mayor que ellos y vestida con un uniforme de colegiala, termine de balancearse.
17:36h | Siguen jugando sin novedad. Al niño A le gusta columpiarse, pero también le gusta hacerlo girar para después rotar hasta marearse, o bien colocar su vientre sobre el asiento y balancearse mirando al suelo.
17:37h | Un niño B, uniformado de la misma manera que la niña B que sigue usando el anexo columpio al del niño A, espera cola para subir al exitoso entretenimiento infantil. Debe ser de la edad de los dos amigos A.
17:39h | Una mujer se acerca a hablar con el niño A, por su expresión severa parece que el niño A haya hecho o dicho algo indebido y esta le esté riñendo. El niño A atiende la conversación de la extraña mientras esta le tiene retenido si poder seguir columpiándose ya que esta parada justo enfrente de él, entre ellos la distancia que les separa es prácticamente inexistente, desde el asiento del balancín, el niño A no tiene otra opción que observar a la mujer desde una posición inferior, alzando la vista hacia su altura de persona adulta como es y de pie como está situada.
17:40h | La mujer se aleja. La escena sigue igual. La niña B se columpia, la niña A sigue esperando su turno, el niño B aguarda para subir también cuando le toque... pero el niño A ya no se balancea. Permanece sentado, pero inmóvil. Algo de lo sucedido se nos escapa.
17:41h | La madre del niño A, que ha observado toda la acción se acerca a su hijo en busca de respuestas, ¿Qué le ha dicho y por qué esa desconocida a su hijo?
17:42h | La madre del niño A le pide que se siente junto a ella en un banco y ceda el columpio al niño B que hace un rato se espera. Mientras la niña B, que estaba antes de que los niños A llegasen, sigue sin dejar libre el suyo y la niña A sigue aguardando.
17:43h | El niño dice que la extraña no le ha dicho nada. Tras una conversación sobre la confianza, sospechas y esclarecimientos, el niño A confiesa a su madre que la mujer le ha preguntado si estaba columpiándose o merendando, pues el niño A todavía tenía en una de sus manos el bocadillo.
17:44h | Los niños de uniforme han abandonado los columpios, parece ser que se van del parque...

¿Y qué ha conseguido esa mujer por tres minutos?: Dar una lección de los beneficios del abuso de poder a sus hijos. Podía haber enseñado a pedir el columpio con educación y evitarse la intimidación a un niño de 6 años. Pero al parecer esa no es la mejor manera de preparar a los niños para la competencia que les depara el futuro.

No, las cosas no van bien, nada bien...

lunes, 18 de mayo de 2009

Avís per navegants: Manel.

Me gustaría haber escrito antes una entrada como esta (ruego no se pase por alto y se lea como algo imprescindible para completar este post) Y es que subrayo y suscribo todo cuanto el autor del enlazado artículo comenta.

Ayer tuve el enorme placer de asistir al concierto del grupo Manel, los cuales ya había mencionado en un post anterior, en Salt, Girona.
Todavía no se me ha borrado la sonrisa que me dejaron, menuda chispa, que alegría desprenden (sin resultar esperpénticos ni payasos), vitalidad (aunque en algunos de sus componentes su apariencia pueda ser de un chico tímido y apagado), naturalidad y costumbrismo. Sin aires de artificialidad, sus canciones trasladan a historias cotidianas (como en "Es nit freda per ser abril", "Els raros son els guapos", "Corrandes de la parella estable", "Ai, Dolors", "Pla quinquenal"...), anécdotas que la voz cantante del cuarteto no deja pasar oportunidad para introducir de forma narrativa, más allá de que sea ficción o realidad, el público se identifica con cada una de ellas, creando una empatía y una compenetración en la que por momentos me dejaba arrastrar por el espíritu pseudo-kumbayá que rezumaba en el ambiente entre las gradas al son de las palmas que, con rigurosa sincronización acompañaban en ocasiones los 11 temas que recoge su, hasta el momento, único trabajo “Els millors professors europeus” y con el que ya se han ganado un buen lugar en el panorama musical, por lo menos en tierras catalanas, ocasión que aprovecho para reivindicar, como hace el autor en el texto que enlazo, que se deje la gente de prejuicios y no deseche la oportunidad de escuchar buena música acompañada de unas letras excelentes por el simple hecho de ser en catalán, bien escuchamos canciones en otros idiomas que no es el propio, ¿Porqué no hacerlo con el catalán? Si es por una cuestión de no comprensión, desde aquí me ofrezco como traductora.
Llegados a "En la que el Bernat se't troba", desde el escenario el cantante insta al público a participar de los coros dividiendo el auditorio por sectores, lo que me llegué a reir, como buen dinamizador de grupos que debe ser, interactuando con un publico entregado, a la par que respetuoso, pues no se oía un exceso de euforia más que en los momentos entre canción y canción para romper en ovación y aplausos después de cada canción y enlazando con la siguiente, la cual no dejaban esperar mucho, y se agradece, personalmente me molestan los espacios dilatados entre tema y tema durante un concierto.
Destaco la riqueza de las melodías, la fusión de tantos instrumentos (entre harmónicas, ukeleles, violonchelos, también encontramos los clasicos: batería, guitarra, bajo...) que manejan con arte y destreza como otros artisitas destacados del indie, el folk y el pop, estilos en los que se les cataloga principalmente, aunque etiquetas no es algo que se les pueda poner fácilmente a estos chicos, y si no, escuchad "Ceràmiques Guzmán", u otra de sus joyas "Roma". También tocaron “La gent normal”, su versión de la “Common people” de los Pulp, no incluída en el CD. Un disco completo, con una gran carga emotiva tanto por su aspecto instrumental como por sus letras, como ya he dicho. Me alegra que mi chico me los descubriera desde su primer álbum, pues espero poder seguir su evolución, que no puede ser otra que en ascendente, y ya vaticino, el listón está alto, pero, y parafraseando a los Manel: Ens en sortim!

jueves, 7 de mayo de 2009

La telaraña

Hace días que pienso que cada vez me cuesta más actualizar el blog. Me preguntaba el porqué de este mutismo, esta ausencia de proliferación de palabras, ideas, inquietudes, críticas... que un tiempo atrás fluían sin cesar y, que hoy por hoy, me encuentro perezosa para llevar a cabo. Sequía mental no es, sin ir más lejos, los medios mediáticos me abastecieron la semana pasada con cantidad de jugosa información (malformación) para parir unos cuantas entradas. Pero luego me sentaba frente a mi ordenador y ahí estaba de nuevo: La pereza.

Una de estas noches pasadas, por aquello de mantenerme despierta durante la guardia, mientras no tocan timbres los residentes y compaginando la lectura, pues terrible resulta leer dos miserables lineas y experimentar como el sueño se apodera de uno, pese a gustarle lo que está leyendo, llevé a cabo una de esas acciones que forman parte de las largas listas de tareas pendientes que todos tenemos y, bien por una cosa u otra, siempre acabamos posponiendo en pro a otra más urgente o sencillamente más atractiva. ¡Efecticamente! Lo de hoy era un reto, reorganizar armarios y seleccionar ropa guardada para tirar (Perdón, para reciclar en los contenedores especiales para ropa) que no hace más que acumular polvo y espacio u ordenar el cajón/carpeta/archivador de facturas y recibos se quedan en actividades lúdicas de lo más entretenidas en comparación a esto: Pasar a una agenda todos, y cuando digo todos me refiero a TODOS, los teléfonos que tenía almacenados en mi móvil ¿El motivo? Bueno, este fin de semana pasado a una amiga se le ha perdido su teléfono y con él la posibilidad de establecer contacto con un montón de personas con las que la única forma que tenía de comunicarse era a través de esos números. Así pues, antes de que algo así pueda sucederme, he preferido hacer una copia de seguridad a la antigua usanza y pasarlos a una agenda. A mano.

Cuando terminé, hora y media después, cabe decir que no he clasificado los números por orden alfabético de sus propietarios no, eso sería demasiado fácil y a la vez difícil de recordar pasado el tiempo. Que llegas a la letra T y te encuentra con tres Tonis ni más ni menos, que a saber quien era cada uno, y acabas por llamar a tu antiguo jefe pensando que es tu primo (lejano) “Pashaaa Primo!!!” y no, no mola. He hecho grupos (o etiquetas, rollo blog) que si Familia, Amigos, Escuela, Trabajo... Luego aparte un grupo catalogado como Otros Improbables, improbables de volver a marcar nunca más, y es que son esos números telefónicos que terminamos teniendo sin saber como llegaron hasta ti o porque precisabas en una ocasión en concreto hacer una llamada, o directamente porque no tendrías absolutamente nada que decir ¿Para qué voy a llamar a aquella antigua compañera del colegio con la que, años después de finalizar los estudios, coinicidimos en la misma ciudad durante nuestras respectivas vacaciones y llevadas por la alegría, por no decir la euforia del momento, intercambiamos números?

Una vez concluida la faena rumiaba acerca de las agendas telefónicas que a mis (casi) 35 años he llegado a organizar, y a saber por donde andan. En anteriores ocasiones me preguntaba para qué narices quería yo la columna inútilmente destinada al e-mail si siempre la dejaba vacía, o bien la rellenaba añadiendo el número de móvil, eso quienes tenían. Mientras que, actualmente, es prácticamente imprescindible el correo electrónico, es más, me atrevería a decir que lo que escasean son los números fijos. Si comprobase los números de viejas agendas, e incluso de la presente lista, muchos de ellos serían números fantasmas, inexistentes. Imagino a mi no-nieto, niego pues todavía no existe, ni se si llegaré a tener alguno, encuentra una de mis agendas y decide investigar sobre la vida de su desaparecida abuela, sea por haber fallecido, poniéndonos en el plano melodramático, sea por estar yo en un asilo presa del alzheimer, tirando directamente por lo trágico, y empieza a hacer llamadas. Una tras otra no consigue comunicar absolutamente con nadie. Nada. Ningún rastro con el que poder empezar a desentrañar lo que en su día fue la vida de su abuela, o lo que sería lo mismo, mi propia vida, eliminada por completo como los números que marca, listas de teléfonos que dejaron de tener linea. Sin documentación, sin diarios personales, tal vez algunas fotos sueltas, pero insuficiente para reconstruir una vida, y sin nadie que pueda hablar sobre lo que fui y cuando ya nadie quede para recordarme, será como si jamás hubiera existido. Infinidad de vidas anónimas que no pasaremos a la posteridad, y las que han quedado atrás. En realidad, eso no me preocupa, nunca pretendí dejar legado alguno, con vivir con los menos sobresaltos negativos posibles mientras ande por aquí me doy por satisfecha.

Volviendo al principio del texto, no escribo con tanta frecuencia no porque no tenga nada que contar, siempre hay algo que decir, por imprescindible que sea, tal vez se debe más a la predisposición, las ganas, la pereza, esa que siempre me acompaña. A veces pienso que por mi existencia gris (en apariencia) carezco de experiencias para recurrir a material del qué escribir. Aunque mi vida sea anodina, basta con detenerse ante algo cotidiano y empezar a estirar del hilo. Un hilo a veces, quizás, demasiado largo y carente de interés para quien no teje esta telaraña, o tal vez sí, si has llegado a leer hasta aquí. Intentaré no ser tan perezosa, pero ¡Ay! Cuesta tanto luchar contra la propia naturaleza...