lunes, 27 de octubre de 2008

IV Parte

Se levantó y empezó a andar. Las aceras todavía estaban mojadas, pero por lo menos la lluvia había cesado. Tenía los calcetines chorreando, calados hasta los pies. Desprotegido por el refugio que supone el calzado, percibía la irregularidad del suelo, por llano que pareciera el camino, no era liso por completo, las cenefas grabadas en las losetas facilitaban la incrustación en estas de gravilla y otras piedrecillas clavándosele en las plantas de los pies.

Por suerte vivía a pocas manzanas de allí. Cuando llegó al portal de su casa se percató que no llevaba consigo las llaves. Tal vez se le habían caído en el callejón, o quizás se las habían robado junto a la cartera, los zapatos, el reloj y el móvil. Estaba aturdido, no podía pensar con claridad. Necesitaba una ducha y ponerse ropa limpia y seca. Sobretodo entrar en calor. Llevaba demasiado tiempo con los pies empapados, el frío se había apoderado de sus huesos. Empezaba a temblar. No podía más. Volver sobre sus pasos a la búsqueda de las llaves con la posibilidad de no encontrarlas, le parecía un esfuerzo el cual no se veía capacitado para hacer dado su estado. Necesitaba entrar en casa. Después ya acudiría a la policía. Debía llamar a Teresa, la mujer que dos días por semana limpiaba su casa, era la única persona que disponía de una copia de sus llaves. Un hombre de mediana edad pasó a su lado -¿Perdone, tiene una moneda para llamar por teléfono?- Con una mirada de menosprecio e incredulidad, el hombre le increpó –Anda y búscate un trabajo, ¡Sinvergüenza!- De todos modos, tampoco recordaba el número de memoria. Lo mejor iba a ser llamar a la policía. Pero no podía dar un paso más.

Decidió pedir ayuda a alguno de sus vecinos. La puerta principal estaba entreabierta. Era un edificio de cuatro plantas sin ascensor, de dos puertas por rellano. hacía cuatro años que se había trasladado y no conocía a todos los habitantes del bloque, de hecho, prácticamente no cruzaba palabra con los que se topaba por las escaleras, musitando algún buenos días o buenas tardes, dependiendo del momento del día. En el primer piso, uno de los apartamentos parecía desocupado, nunca entraba ni salía nadie. En el de enfrente, una placa anunciaba un despacho de abogados. Era sábado, con lo que era problable que no hubiera nadie. Vivía en el 3ºB. Subió hasta el segundo piso. llamó al timbre del apartamento que compartían tres estudiantes, pero nadie abrió la puerta. Aprovechando el fin de semana deberían haber ido a sus respectivos hogares paternos. Le quedaba el 2ºA, propiedad de una vieja de aspecto huraño que apenas salía y miraba através de la mirilla cada vez que oía movimiento por la escalera, o bien subir a probar suerte y acudir a la puerta de la pareja con quien compartía rellano. No tenía ganas de subir hasta la cuarta planta, ni el joven músico que a falta de talento se ganaba la vida impartiendo clases de piano, ni la familia Hurtado, con sus hijos de 4 y 7 años, descendientes directos del mismísimo satanás, le inspiraban simpatía. Pero no estaba en disposición de escoger. Necesitaba ayuda, y la necesitaba con urgencia.

Su índice derecho presionó el timbre. Después de unos segundos, se oyeron unos pasos que se acercaban tras la puerta, abriéndose lentamente.


¿A que puerta ha llamado?

A) La de la vieja huraña del 2ºA.

B) La de la pareja del 3ºA.

jueves, 23 de octubre de 2008

El regreso (Vozvrashcheniye)

¿Qué se espera de un padre ausente que regresa al cabo de 12 años? Ante esta pregunta, la que me hago como espectadora de lo que el film me está mostrando, me fijo atentamente en las reacciones de ambos chavales sobre los que gira la historia.
El regreso, tal y como se titula esta película, se detiene en la vida de dos hermanos que hasta la fecha han vivido con su madre y su abuela. Una primera escena nos permite entreveer las personalidades de cada uno de ellos, Andrei, el mayor, sumiso y enrolado a las convenciones sociales por encajar en un grupo determinado y acatar las reglas, busca la aceptación y así será durante el resto de la narrativa respecto a la figura de su recién aparecido padre. Iván, el pequeño, por el contrario, atemorizado tanto por las acciones a las que se ve obligado a participar, como las consecuencias que conlleva el no querer hacerlo. Se muestra rebelde y enojado, opta quedarse inmóvil, semidesnudo, en lo alto de una torre por no querer saltar al agua desde tal altura, antes que bajar y tener que soportar las burlas de los demás increpándole por su supuesta cobardía. Sin embargo, no dudará en lanzarse sobre su propio hermano mayor y en correspondencia más fuerte físicamente, para defenderse de tales ataques. Y así, en una sola escena, nos enmarca como será la relación del pequeño Iván con su padre.
Una tarde al llegar a casa, su madre les anuncia el retorno de su padre, del cual sólo guardan el recuerdo por una antigua fotografía de familia, tomada poco antes de que éste partiera. Ahí empieza este viaje entre el padre y sus hijos. Tanto físico, como emocional. Un supuesto fin de semana de pesca para conocerse mejor y recuperar el tiempo perdido. Mientras Andrei así lo ve, cargado de ilusión y optimismo, valorando en ello una oportunidad de vivir experiencias con un padre al que le muestra obedencia, acatando sus órdenes y sin cuestionar su rudo carácter; Iván no acaba de verlo claro, la frialdad del padre, su postura distante y autoritaria le hacen mostrarse testarudo y desconfiado, se pregunta, de hecho llega a preguntar a su progenitor, porqué les abandonó, porqué ha vuelto con ellos y porqué les lleva de excursión cuando todo parece indicar que no les necesita y son una molestia para él. Pero todas estas preguntas quedan sin respuesta, o por lo menos no hay respuesta evidente con palabras directas del personaje, a través de los acontecimientos, el espectador puede llegar a sus propias conclusiones, pero tampoco creo que dar respuesta entre dentro de las pretensiones del director.
La figura del padre como modelo a seguir es un mito que estos dos chicos ven derrumbarse a medida que van pasando los días en compañía de este, sin embargo, y tal y como evolucionan los hechos, contemplaremos que, recuperan el sentido que le daban a la figura paterna hacía el final, una escena junto a la orilla de la playa que a más de uno estoy segura habrá provocado escalofríos ¿Qué están pensando Andrei e Iván mientras miran hacia el mar?. Es probable que el padre se haya visto obligado a verlos de nuevo, las llamadas telefónicas, los cambios de planes a medio viaje, la visita de “negocios” al muelle, hacen intuir que tiene otras preferencias antes que sus hijos. Pero tampoco podemos ni debemos deshumanizar al personaje, precisamente, la complejidad sentimental que se desprende por la falta de demostraciones evita que caigamos en errores de juicio; no sabemos el motivo real de la visita a la isla, sin embargo, parece estar empeñado en hacer de sus hijos unos hombres fuertes y valientes, tal vez lo único que haya conocido él para sobrevivir en un ambiente sórdido y adverso.
Hay escenas en las que realmente te hace sufrir. Sin embargo, al final del viaje, regresarán a casa unos niños que ya han dejado en parte de serlo, han evolucionado un paso hacía la madurez y no es obra de otro que de su padre. Quizá no fuera el camino correcto, la vía menos apropiada para convertirlos en individuos adultos. Pero es lo que hay. Durante toda la película se palpa la tensión de lo inminente, una explosión que haga que reviente toda esa contensión emocional que arrastran, los episodios de lluvia intermitente facilitan dicha ambientación.
Destaco la fotografía, que ofrece con sus amplias visiones paisajisticas la sensación de estar sumergidos en un inmenso y hostil mundo al que hay que sortear para sobrevivir, las tonalidades azules y grises que evocan la lejanía y la frialdad entre esas relaciones que se hacen difíciles de crear por la carencia de afecto que les muestra el padre.
Finalmente, el repaso fotográfico que han tomado (y las pocas que podían guardar de la infancia que compartieron con su padre) me parece magistral. Imágenes para el recuerdo, ilusiones de una semana vivida con total felicidad, (un dato curioso es que de las del viaje no aparece en ninguna de ellas el padre), pero el recuerdo de lo realmente transcurrido y que no queda reflejado en las fotos, quedará clavado en su memoria, y lo que más me estremece es entender que, por más que nos guste retratar los momentos bellos (nadie hace fotos en momentos de desgracia), lo que resurgirá con el tiempo, es todo aquello que quisimos permanecer oculto, olvidado, lo que no aparece en las imágenes e inevitablemente, nos transporta allí.









He de reconocer que, para cuando mi pareja (sin el cual no hubiese podido disfrutar ni del 90% de las películas tan interesantes que he visto en los últimos años)me dió a conocer esta película, y teniéndola ya en mi poder, he tardado mucho en verla. Hay películas que al saber de la trama, el director, los actores... no se, una serie de factores, hacen que te entren las ganas inmediatamente por visionarla. Otras no. Por lo menos así mí me sucede. Y sí, he de admitir que, en cierta forma me obligo a verlas, porque el primer impulso sería relegarlas al fondo de un cajón por ser aparentemente un peñazo. Cuando encima, para colmo de mi estupidez, me acaban gustando, y mucho.
Personalmente me cuesta pensar, que no divagar. Hay momentos en lo que lo último que te apetece es ver algo profundo, por no decir pesado, pues caé sobre tu mente como una gran losa a la que hay que ir desmenuzando para poder trasladar de un lado a otro. Hacer un acto de reflexión me supone un esfuerzo, supongo que como a todo el mundo, pero imagino que habrá quien tenga más predisposición y a quien le cueste más. A mí me cuesta. Si añadimos mi más que destacable pereza (*), concluyo que, aprender, descubrir y comprender, por más que me guste, no me resulta fácil. Siento un tremenda envidia por quienes no tienen dificultad en esto. Así pues, a falta de disponer de esa habilidad natural, no tengo otra alternativa que desarrollarla si pretendo alcanzar mis objetivos.

(*) ¿Autoanálisis o pretexto?:
¿Qué evita que la gente logre siquiera alcanzar su verdadero potencial? La respuesta a eso puede estar en la siguiente pregunta. ¿Cuál es la característica humana más universal?¿El temor o la pereza? (Fragmento del film “Waking Life” )

lunes, 20 de octubre de 2008

III Parte

No sabía en qué momento había dejado de escuchar a aquella tediosa mujer, su mente divagó por sus propios recuerdos. Nunca le dijo que había otra persona, para cuando la aventura tocaba a su fín lo descubrió, entonces ella le reprochó haberle engañado. No preguntaste, se limitó a decir. Y una bofetada dió por zanjado tres meses de devaneo. Mal asunto tener amantes, rumiaba mientras se acariciaba la mejilla al recordar. Al principio es excitante, sin reglas, ni restricciones, sin reclamaciones estúpidas, el sexo por el sexo, dos cuerpos calientes que consuman por el mero placer de follar. No hay presión, sin promesas, sin futuro... Y es por esto que falla, porque una de las partes no acaba de entenderlo y pide más.

Se disculpó y fue al baño. Olía a uno de esos ambientadores baratos que en lugar de camuflar los malos olores se mezclan con ellos haciendo el hedor todavía más pestilente. Un único fluorescente colgado sobre el espejo iluminaba el lugar, su sonido grave y constante y la luz parpadeante anunciaban su inminente fundido. Alrededor del urinario el suelo estaba encharcado por otros meados, para no pisarlos, y debido a la distancia que le separaba de este, contribuyó a su expansión. Fue a parar más fuera que dentro, no sin dejar de entretenerse dibujando círculos, con su imponente chorro, en la pared alicatada. Se lavó las manos, como el dispensador de toallas de papel estaba vacío se las secó frotándolas en el pantalón.

Al salir vió a la mujer de espaldas, con un pie ya en la calle, le acompañaba otra mujer. Esperaba que el detective fuera un hombre. prejuicios. Pensó. Pagó y se marchó de aquel tugurio, todavía no sabía muy bien qué le había impulsado a entrar.

Empezaba a llover. No le gustaba mojarse, pero también detestaba la forma que tiene la mayoría de la gente de echar a correr medio encogida bajo la lluvia como si de ácido en lugar de agua se tratara.

Se resguardó bajo un portal esperando a que el aguacero cesara. Encendió un cigarrillo. –¿Tienes algo suelto?- Le preguntó una mujer esbozando una desdentada y podrida sonrisa. Arrastraba un carro de supermercado. Iba calada hasta los huesos, sin embargo llevaba bien protegido el contenido del carro bajo una gruesa lona impermeable. Hizo ademán con ambas manos de mostrar los bolsillos vacíos de su abrigo. –Bueno, pues dame uno de esos- Sugirió señalando con un gesto facial el pitillo que se estaba fumando y continuó hablando sola- Espero que no te moleste que me lo fume aquí. Con este tiempo si sigo caminando no va a durarme seco ni dos pipadas.

Sin cruzar palabra se alejó. No soportaba la miseria, la pobreza, en cualquiera de su manifestaciones le repudiaba. Prefería mantenerse lo más distante posible. Hacía tiempo que había dejado de ver los telediarios mientras comía. Aquellos niños hambrientos, desnutridos, que tanto gusta mostrar a los medios, le provocaban retortijones. No por lástima, si no porque todas aquellas imágenes le retorcían el estómago, revolviéndole la comida, le daba asco y no podía seguir comiendo. En la ciudad se concentraban una gran cantidad de vagabundos, purria mendigando a los transeuntes, asaltándoles con sus desgracias y dormitando en lugares públicos, implorando por una limosna. Ya pagaba sus impuestos, que el gobierno hiciera el resto.

De repente sintió un fuerte golpe en la cabeza, cayendo por el impacto al suelo, perdiendo la conciencia.

Despertó tumbado boca arriba en un callejón. Había perdido la noción del tiempo. No podía saber con exactitud el rato que había transcurrido, su reloj de pulsera ya no estaba en su muñeca. Tampoco tenía zapatos. Al intentar incorporarse notó un punzante dolor en la parte trasera de su cabeza. Pasó sus dedos sintiéndola húmeda y fría, al mirarse la mano vió que estaba llena de sangre. ¿Qué coño estaba haciendo allí?


¿Cómo prefieres que continúe?


A) Se levanta y va por su propio pie hasta su casa.

B) Alguien le socorre y llama a una ambulancia, que lo traslada al hospital.

domingo, 19 de octubre de 2008

jueves, 16 de octubre de 2008

The Stand Ins, nuevo álbum de Okkervil River

Tiempo atrás ya hablé en este blog de los Okkervil River cuando los descubrí por casualidad, esas cosas que tiene internet, te pones a buscar una cosa y acabas por descubrir nuevos rincones que ni pretendiendo lo hubieras podido encontrar.
Así descubrí este grupo clasificado como folk indie rock americano, un día estaba buscando imágenes que el color predominante fuera el rojo para un post, que curiosamente ni llegué a publicar, y en estas que poniendo la palabra Red en el buscador entre otras, aparecí en una página que linkaba la canción de mismo título que pertence al disco Don´t fall in love with everyone you see. El nombre de por si ya es sugerente, escuchar la canción me motivó a seguir indagando sobre el grupo, así que visité su web y empecé a engancharme cada vez más a medida que escuchaba canción tras canción Westfall, Okkervil River Song... hasta llegar a Happy hearts, apogeo total. Otros discos por escuchar, en Black Sheep Boy incluyen el tema For Real, que no podía dejar de escuchar al descubrirlo, o la melancólica A Glow. Así como A Favor, que encabeza el álbum Sleep and Wake-Up Songs.
El año pasado sacaron nuevo disco The Stage Names. Redondo, brillante, consolidando la carrera imparable de estos chicos que, espero no me falle mi intuición, viven de esto de la música porque les sale de dentro, no buscan notoriedad, fama ni formar parte de las lista número uno de las principales corrientes comerciales. En The Stage Names, no hay un sólo tema que puedas decir que te deja indiferente, desde su single Our life is not a movie or maybe pasando por la youtubeada A Girl in Port, Plus Ones y con un final culminante con John Allyn Smith sails. Enorme reto el de los chicos de Austin para no bajar el listón con The Stand Ins, su último trabajo, y por lo que he leído, lo que debería haber formado un disco doble con el anterior.
Estos útlimos días estoy escuchándolo, y si en un primer momento parece bajar un poco esa calidad tan conseguida en su predecesor, poco a poco vas descubriendo su talento el cual confirma su merecido reconocimento, extendido ya por todas las webs musicales.


Lost Coastlines

Puedes escuchar otras canciones por Youtube o en su MySpace.

martes, 14 de octubre de 2008

paethothos esquizoide

He vuelto a soñar contigo. Otra de esas vidas que no viviré. No por lo menos en este plano espacio-temporal que percibo como existencia. Aunque me pregunto cuánto de realidad tienen los sueños. Si no es vivir también esos mundos paralelos que habitamos en esas otras dimensiones. Cierro los ojos y veo tu rostro. Y al abrirlos despierto de nuevo en esta pesadilla de la que tantas veces deseo huir, pero quedo atrapada por mi incapacidad a volar. Las tortugas no vuelan. Pero en mis sueños tampoco hay sabores ni olores a los que poder aferrarme como a algo familiar, sólo una sucesión de imágenes inconnexas, desordenadas, caóticas, en apariencia sinsentido, pero que son indicadores de hacía donde debo avanzar. Va más allá de la estupidez de pretender analizar los sueños, la reacción-respuesta de un acontecimiento. Pasado, presente, futuro. No existe el tiempo, los síntomas, las evidencias, constatan una evolución. Tantas veces hacía ningún sitio.La imagen de aquella niña, ¿a dónde fue a parar? A ningún lado. Se desintegró. Y la memoria la rescata, pero queda prisionera de los recuerdos.

Y esto es lo que sucede cuando me obligas a pensar, que debo enfretarme a mis miedos.



sábado, 11 de octubre de 2008

II Parte

-¿Tienes fuego?- El chico que había sacado tabaco le preguntó a la mujer sentada en la barra mientras abría el paquete.

Podría haberse dirigido a su mesa, le quedaba más cerca de la máquina expendedora, además de tener sobre esta una cajetilla y un encendedor, sin embargo había preferido pedírselo a la dama de piernas largas y bien torneadas que lucía gracias a su escasa falda.

-Sólo si me invitas a fumar- Respondió a la vez que apagaba contra el cenicero el cigarrillo que estaba a punto de consumirse. Como en una película de cine negro, la misteriosa mujer había resultado ser una femme fatal. pero el joven no parecía tener ganas de entrar en el juego de la seducción. O tal vez no le interesaban las mujeres maduras, rondaría los cuarenta. Le ofreció un pitillo y después de prender el suyo desapareció.

Se levantó de su asiento para acercarse a la barra y pedir al camarero un café, en vistas que en el tiempo que llevaba allí nadie le había servido.

-Todos los hombres son iguales- Resopló la mujer de la minifalda – Te colman de atenciones hasta que consiguen lo que quieren, y después ya nada vuelve a ser lo mismo – Y volvió a mirar compulsivamente su reloj de pulsera.

- Al parecer al que espera se le ha pasado el tiempo de las atenciones- Le dijo sin pensar.

La cuarentona le miró con una mezcla de curiosidad y desaire – Supongo que esa es la impresión que debo causar. Pero la realidad no es tan obvia. Perdone que le diga.

-¡Oh, no, disculpe si le he ofendido! No pretendía...

- No pasa nada. No hay de que disculparse. Hay varias varias cosas que se ven a la distancia. Entre ellas destacan el miedo y la desesperación, y yo no estoy tan lejos de ninguna de ellas.

- Si hay algo que pueda hacer para ayudarle.

- Puede acompañarme mientras no llega la persona que espero. Las esperas se me hacen terriblemente insoportables.

- Bien, pero le advierto que no soy muy buena compañía. No se me da bien dar conversación.

- No importa. Eso es lo de menos. Si quiero le cuento una historia. Si sólo tiene que escuchar le resultará más fácil.

- Perfecto.

- Veamos pués. Sitúese en una familia acomodada de clase alta, hija única en la que sus padres han depositado grandes perspectivas de futuro, una gran ambición para que sea esta la que siga manteniendo el legado familiar. Múltiples negocios, en fín, se puede usted imaginar. La presión es cada vez mayor. Ha iniciado estudios de económicas y empresariales por petición paterna, pese a que lo que a ella siempre le ha gustado ha sido pintar. Como es buena chica y progresa adecuadamente en la carrera, se le premia con poder asistir a un curso de verano en una de las escuelas de arte más prestigiosas de París. Allí se rodea de artistas y gente de la cultura que le hacen vivir los días más maravillosos de su vida. La vida bohemia, con dinero, a pesar de estar mal considerada, siempre fue infinitamente mejor y más agradecida. El caso es que la muchacha se enamora. Decide encararse a sus padres. Hacerles entender lo que realmente quiere. Explorar al máximo su faceta artística. Vivir intensamente su amor, tanto por la pintura, como por el chico al que acaba de conocer, también pintor. Renunciar a su herencia si es necesario... Pero su amante le convence de lo contrario. Le instiga a terminar su formación universitaria, alternando la pintura en sus ratos libres, él cree que va a ser lo mejor para ella. Y así lo hace.

Viven veinte años de amor incondicional, en los que ella ha tomado el camino de hacerse cargo de los negocios familiares, los cuales requieren tanta dedicación que la pintura, su verdadera vocación no sólo ha pasado a un segundo plano, ha quedada encerrada en un estudio al que sólo le queda tiempo de frecuentar un par de veces al mes. Estudio en el que sí pasa la mayor parte del tiempo su esposo, el que sin oficio ni beneficio se ha permitido vivir todos estos años de la fortuna de ella, pues su obra no es sólo un fracaso, es tan pésima que para poder exponer incluso tiene que pagar. No obstante, ella jamás se lo recriminó, había puesto su fe y confianza en él, le creía un ser lleno de talento, y principios y ante todo respeto hacía ella. Hasta que una mañana, de esas en las que ella puede pasar un rato en el estudio, descubre evidencias de una actividad sexual en la que ella, claramente, no ha participado. Ella calla, no pregunta, reflexiona y asimila los acontecimientos. Y decide investigar a su marido a través de un detective privado después de saber que a nadie más le ha dejado las llaves del apartamento.

Resumiendo, la triste y patética historia de una mujer que descubre que su vida ha sido una farsa. Se siente traicionada, frustrada, deprimida. Así que se equivocó respecto al hombre que espero. Hoy voy a saber con quien se ha acostado mi marido.



Si quieres saber cómo se desarrolla la historia de la pobre cornuda y que nuestro personaje siga con ella, elige la opción A.


Si estás harto/a de tanto melodrama de telenovela barata, y pasar a otra cosa, elige la opción B.

lunes, 6 de octubre de 2008

Restauración

Para romper el maleficio del 7 y actualizar este blog moribundo antes de que se cumpla un mes (otra vez) sin haber dado señales de existencia por parte de su autora, propongo un ejercicio que me mantendrá en cierta actividad (un tanto obligada por mi parte, pues debo sacudirme las pulgas antes de que me acostumbre a este picor) He empezado un relato mediante la escritura automática, como es habitual en mí (y poco reflexiva por motivos obvios que se delatan al leer el qué y cómo escribo... en fin, es un mero divertimento, así que las críticas sobran) Llegado a un punto en el que la historia empieza a tomar las riendas de su devenir he preferido marcar el punto y aparte para dejar en manos del lector la elección de cómo debe continuar.
Dicho esto, empieza la historia:


Ese día notó que el otoño había llegado. Atrás quedaba el verano, las ganas de pasear por la noche y el calor del sol que sentía sobre su piel. Lo primero que rescató del fondo del armario fue una ligera bufanda para cubrirse el cuello. Solía acatarrarse con facilidad y no tenía intención de pasarse gran parte del invierno arrastrando el pañuelo de un bolsillo a otro, lo engorroso que le resultaba andar estornudando a cada paso y la incomodidad que le causaba la congestión nasal permanente que sufría una vez empezaba con un resfriado, del cual ya no se desprendía hasta bien entrada la primavera, y que luego enlazaba con la alergía que le producía el polen. Cuando llegaba el frío se lamentaba de haber estado maldiciendo las elevadas temperaturas a las que los meses anteriores el clima le había sometido. Parecía no estar nunca conforme a lo que en cada momento le tocaba vivir. Independientemente del tiempo que hiciera, ese malestar podía trasladarse a cualquer aspecto de su existencia. El estado de queja era lo único que resultaba permanente, inmutable y tristemente estable en su patética vida.
Los acontecimientos se sucedían unos a otros sin prácticamente tiempo de disfrutarlos, para cuando cerraba una etapa ya estaba añorándola apreciando entonces lo que irremediablemente no podía rescatar. Se borraban sobre sus pasos las huellas del pasado como si por la orilla del mar anduviera. Luego echaba la vista atrás para rememorar y visualizar desde la imaginación su recorrido. Pero, ¿Era real lo que veía? Lo único tangible era lo que tenía ante sus ojos y en la mayoría de las ocasiones prefería no ver más allá para no caer en un abismo. Era tal el vértigo que le sobrepasaba que tan sólo se permitía alcanzar con la mirada lo que llegaba hasta la punta de sus dedos extendiendo los brazos al frente o hacía sus lados.

Entró en un bar. El olor a café recién molido inundó sus fosas nasales. El sonido de la tragaperras del fondo no cesaba de martillear en su cabeza con la insoportable musiquita. El camarero replicaba los platos y las cucharillas de una forma escandalosa. Mientras, el televisor retransmitía un partido de poca importancia de lo que parecía ser el principio de temporada de liga. Cuatro viejos aporreaban la mesa con sus fichas de dominó al fondo, fumando cigarros y bebiendo carajillos. En la barra una mujer esperaba con impaciencia, miraba su reloj de pulsera cada veinte segundos alternando con el reloj de pared que presidía el local, justo sobre la máquina expendedora de tabaco al que un joven, con aires de estudiante, introducía unas cuantas monedas para hacerse con un paquete de camel. Se preguntaba qué hacía allí. Sentado en aquella mesa junto a la ventana para así ver pasar la gente mientras hojeaba un diario por no parecer demasiado solitario, sin prestar demasiada atención a lo que había escrito, podría haberse tratado del periódico de cualquier día, de cualquier año. Las noticias siempre eran las mismas. ¿Qué coño estaba haciendo allí?



El personaje puede:

A)Entablar una conversación con alguno de los personajes descritos en la escena.

B)Salir del local y dirigirse a otro lugar.